miércoles, 2 de mayo de 2012

La naturaleza como musa inspiradora

Vivencias aisladas de mi pasado quedaron grabadas en mi memoria. Tardes calurosas de verano que nos conducían a los charcos de barro, en los que el sol no llegaba por culpa de la copa de los árboles.
El barro refrescaba nuestros pequeños cuerpos y por un rato era nuestro hábitat, éramos ranitas creando en nuestras cabezas peinados extravagantes.

Nuestra imaginación era ilimitada, nosotras éramos ilimitadas. Arboledas que no solo nos vieron convertirnos en anfibios, sino que también crear nuestras propias casitas al estilo castor. Casitas en las que un tronco acostado era una silla, un tronco parado una mesa y la cama era un colchón de hojas de eucaliptus, que además, refrescaban nuestro paladar. Charlas entre niñas jugando a ser adultas, quedaron grabadas en la corteza de los arboles, que mantienen vivo el recuerdo de nuestro abuelo.

Toleramos amaneceres fríos con tal de sentir, por un rato, lo que era ser un hombre de campo. Galopes en silencio hasta donde estaban los novillos para luego guiarlos por los caminos del hombre dejando detrás de nosotros la tierra suspendida en el aire.
Hasta los pequeños manchaditos, con hocico redondo y cola retorcida, fueron testigos de nuestras aventuras. Con ellos como espectadores, llenamos de colores y dibujos esas maderas aburridas y olvidadas detras de los silos.
Y cómo olvidar ese pino gigante cuyo interior era una perfecta y pelada escalera que nos permitía trepar hasta lo más alto, traspasar la frasada de ramitas peludas y deslizarnos por el tobogan verde musgo hasta alcanzar el suelo, si es que antes no caíamos de espalda en el interior del pino, al quebrarse una ramita de la frazada.

La esquina sin pasto donde se secaba el recuerdo de aquellos con los que compartimos nuestros primeros galopes, las primeras caidas seguidas de lagrimas y de expresiones tales como "¡Nunca más me vuelvo a subir a un caballo!", expresiones que eran olvidadas cuando el susto pasaba, las disparadas que no terminaban hasta que "el jinete" tocara el suelo o hasta que el animal agitado tocara el palenque, era una visita interesante.

Ratos apoyada en los alambrados frios o en las tranqueras, observánolos e imaginando posibles dialogos detras de sus relinchos y miradas complices; ratos en los que buscaba perderme del ruido humano sumergiéme en las aguas ocres de las sierras, viendo penetrar en sus profundidades algunos rayos del sol. Aguas puras que ablandan el alma y el cuerpo. Aguas que reciben, sin invadir, con un suave roce y que hacen sentir al hombre como parte de su caudal.


Angeles Loza Elowson



sábado, 17 de marzo de 2012

La explotación minera en Argentina.

Un interesante corto llamado "La Ganga" sobre el problema de la minería en Argentina. Las consecuencias de la explotación mineral se extienden a varias regiones de la República. Hacemos nuestro el alerta, la necesidad imperante de un cambio, la conciencia de que debemos comprender y proponer acciones efectivas para solucionar los problemas que ya son concretos e impedir que los daños continúen.

Explotación mineral en América.

El problema de la explotación minera a cielo abierto se vive como una realidad en centroamérica. Asimismo, en nuestro país, el tema es de suma actualiadad y reclama un pronto compromiso y atención por parte de todos.


La contaminación del medio ambiente. Una mirada hacia otro continente.

Acerca de los peligros de la contaminación del medio ambiente, en este caso vemos el problema circunscripto a África en una presentanción de http://www.umoya.org/, una organización ambientalista.


martes, 3 de mayo de 2011

Recordando a Ernesto Sábato (1911-2010)

Compartimos dos escritos del reciente fallecido autor argentino destacables por su humanismo resistente y por su relación con la naturaleza circundante.


De LA RESISTENCIA (Ernesto Sábato)
LO PEOR ES EL VÉRTIGO. .....
En el vértigo no se dan frutos ni se florece. Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre, ni reconoce a los demás.
.....Se me encoge el alma al ver a la humanidad en este vertiginoso tren en que nos desplazamos, ignorantes atemorizados sin conocer la bandera de esta lucha, sin haberla elegido.
.....El clima de Buenos Aires ha cambiado. En las calles, hombres y mujeres apresurados avanzan sin mirarse pendientes de cumplir con horarios que hacen peligrar su humanidad. Ya sin lugar para aquellas charlas de café que fueron un rasgo distintivo de esta ciudad, cuando la ferocidad y la violencia no la habían convertido en una megalópolis enloquecida. Cuando todavía las madres podían llevar a sus hijos a las plazas, o visitar a sus mayores. ¿Se puede florecer a esta velocidad? Una de las metas de esta carrera parece ser la productividad, pero ¿acaso son estos productos verdaderos frutos?
.....El hombre no se puede mantener humano a esta velocidad, si vive como autómata será aniquilado. La serenidad, una cierta lentitud, es tan inseparable de la vida del hombre como el suceder de las estaciones lo es de las plantas, o del nacimiento de los niños.
.....Estamos en camino pero no caminando, estamos encima de un vehículo sobre el que nos movemos sin parar, como una gran planchada, o como esas ciudades satélites que dicen que habrá. Ya nada anda a paso de hombre, ¿acaso quién de nosotros camina lentamente? Pero el vértigo no está sólo afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes, como si ella también hiciese "zapping"; y, quizás, la aceleración haya llegado al corazón que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca. Este común destino es la gran oportunidad, pero ¿quién se atreve a saltar afuera? Tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito.
.....En el vértigo todo es temible y desaparece el diálogo entre las personas. Lo que nos decimos son más cifras que palabras, contiene más información que novedad. La pérdida del dialogo ahoga el compromiso que nace entre las personas y que puede hacer del propio miedo un dinamismo que lo venza y les otorgue una mayor libertad. Pero el grave problema es que en esta civilización enferma no sólo hay explotación y miseria, sino que hay una correlativa miseria espiritual. La gran mayoría no quiere la libertad, la teme. El miedo es un síntoma de nuestro tiempo. Al extremo que, si rascamos un poco la superficie, podremos comprobar el pánico que subyace en la gente que vive tras la exigencia del trabajo en las grandes ciudades. Es tal la exigencia que se vive automáticamente, sin que un sí o un no haya precedido a los actos.
.....La mayoría de la humanidad es empleada de un poder abstracto. Hay empleados que ganan más y otros que ganan menos. Pero ¿quién es el hombre libre que toma las decisiones? Ésta es una pregunta radical que todos hemos de hacernos hasta escuchar, en el alma, la responsabilidad a la que somos llamados.
.....Creo que hay que resistir: éste ha sido mi lema. Pero hoy, cuántas veces me he preguntado cómo encarnar esta palabra. Antes, cuando la vida era menos dura, yo hubiera entendido por resistir un acto heroico, como negarse a seguir embarcado en ese tren que nos impulsa a la locura y al infortunio. ¿Se le puede pedir a la gente del vértigo que se rebele? ¿Puede pedirse a los hombres y a las mujeres de mi país que se nieguen a pertenecer a este capitalismo salvaje si ellos mantienen a sus hijos, a sus padres? Si ellos cargan con esa responsabilidad, ¿Cómo habrían de abandonar esa vida?
.....La situación ha cambiado tanto que debemos revalorar, detenidamente qué entendemos por resistir. No puedo darles una respuesta. Si la tuviera saldría como el Ejercito de Salvación, o esos creyentes delirantes -quizás los únicos que verdaderamente creen en el testimonio- a proclamarlo en las esquinas, con la urgencia que nos separan de la catástrofe. Pero no, intuyo que es algo menos formidable, más pequeño, como la fe en un milagro lo que quiero transmitirles en esta carta. Algo que corresponde a la noche en que vivimos, apenas una vela, algo con qué esperar.
.....Las dificultades de la vida moderna, el desempleo y la superpoblación han llevado al hombre a una dramática preocupación por lo económico. Así como en la guerra la vida se debate entre ser soldado o estar herido en algún hospital, en nuestros países, para infinidad de personas, la vida está limitada a ser trabajador de horario completo o quedar excluido. Es grande la orfandad que cunde en las ciudades; la gran soledad de la persona original es una de las tragedias del vértigo y de la eficiencia.
La primera tragedia que debe ser urgentemente reparada es la desvalorización de sí mismo que siente el hombre, y que conforma el paso previo al sometimiento y a la masificación. Hoy el hombre no se siente un pecador, se cree un engranaje, lo que es trágicamente peor. Y esta profanación puede ser únicamente sanada con la mirada que cada uno dirige a los demás, no para evaluar los méritos de su realización personal ni analizar cualquiera de sus actos. Es un abrazo el que nos puede dar el gozo de pertenecer a una obra grande que a todos nos incluya.
.ñ....Si a pesar del miedo que nos paraliza volviéramos a tener fe en el hombre, tengo la convicción de que podríamos a vencer el miedo que nos paraliza como a cobardes..
((.....Así es, uno se anima a llegar al dolor del otro, y la vida se convierte en un absoluto. Las más de las veces los hombres no nos acercamos siquiera al umbral de lo que está pasando en el mundo, de lo que nos está pasando a todos, y entonces perdemos la oportunidad de habernos jugado, de llegar a morir en paz, domesticados en la obediencia a una sociedad que no respeta la dignidad del hombre. Muchos afirmarán que lo mejor es no involucrarse, porque los ideales finalmente son envilecidos como esos amores platónicos que parecen ensuciarse con la encarnación. Probablemente algo de eso sea cierto, pero las heridas de los hombres nos reclaman.
.....Pero esto exige creación, novedad respecto de lo que estamos viviendo y la creación sólo surge en la libertad y está estrechamente ligada al sentido de la responsabilidad, es el poder que vence al miedo. El hombre de la posmodernidad está encadenado a las comodidades que le procura la técnica, y con frecuencia no se atreve a hundirse en experiencias hondas como el amor o la solidaridad. Pero el ser humano, paradójicamente sólo se salvará si pone su vida en riesgo por el otro hombre, por su prójimo, o su vecino, o por los chicos abandonados en el frío de las calles, sin el cuidado que esos años requieren, que viven en esa intemperie que arrastrarán como una herida abierta por el resto de sus días. Son doscientos cincuenta millones de niños los que están tirados por las calles del mundo.
.....Estos chicos nos pertenecen como hijos y han de ser el primer motivo de nuestras luchas, la más genuina de nuestras vocaciones.
.....De nuestro compromiso ante la orfandad puede surgir otra manera de vivir, donde el replegarse sobre sí mismo sea escándalo, donde el hombre pueda descubrir y crear una existencia diferente. La historia es el más grande conjunto de aberraciones, guerras, persecuciones, torturas e injusticias, pero, a la vez, o por eso mismo, millones de hombres y mujeres se sacrifican para cuidar a los más desventurados. Ellos encarnan la resistencia.
..... Se trata ahora de saber, como dijo Camus, si su sacrificio es estéril o fecundo, y éste es un interrogante que debe plantearse en cada corazón, con la gravedad de los momentos decisivos. En esta decisión reconoceremos el lugar donde cada uno de nosotros es llamado a oponer resistencia; se crearán entonces espacios de libertad que pueden abrir horizontes hasta el momento inesperados.
.....Es un puente el que habremos de atravesar, un pasaje. No podemos quedar fijados en el pasado ni tampoco deleitarnos en la mirada del abismo. En este camino sin salida que enfrentamos hoy, la recreación del hombre y su mundo se nos aparece no como una elección entre otras sino como un gesto tan impostergable como el nacimiento de la criatura cuando es llegada su hora.
.....Los hombres encuentran en las mismas crisis la fuerza para su superación. Así lo han mostrado tantos hombres y mujeres que, con el único recurso de la tenacidad y el valor, lucharon y vencieron a las sangrientas tiranías de nuestro continente. El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. En esta tarea lo primordial es negarse a asfixiar cuánto de vida podamos alumbrar. Defender, como lo han hecho heroicamente los pueblos ocupados, la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene el hombre. No permitir que se nos desperdicie la gracia de los pequeños momentos de libertad que podemos gozar: una mesa compartida con gente que queremos, unas criaturas a las que demos amparo, una caminata entre los árboles, la gratitud de un abrazo. Un acto de arrojo como saltar de una casa en llamas. Éstos no son hechos racionales, pero no es importante que lo sean, nos salvaremos por los efectos.
......El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.
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Fragmentos de:

ANTES DEL FIN (Ernesto Sábato)
MEMORIAS

PALABRAS PRELIMINARES
..... Vengo acumulando muchas dudas, tristes dudas sobre el contenido de esta especie de testamento que tantas veces me han inducido a publicar; he decidido finalmente hacerlo. Me dicen: "Tiene el deber de terminarlo, la gente joven está desesperanzada, ansiosa y cree en usted; no puede defraudarlos". Me pregunto si merezco esa confianza, tengo graves defectos que ellos no conocen, trato de expresarlo de la manera más delicada, para no herirlos a ellos, que necesitan tener fe en algunas personas, en medio de este caos, no sólo en este país sino en el mundo entero. Y la manera más delicada es decirles, como a menudo he escrito, que no esperen encontrar en este libro mis verdades más atroces; únicamente las encontrarán en mis ficciones, en esos bailes siniestros de enmascarados que, por eso, dicen o revelan verdades que no se animarían a confesar a cara descubierta. También los grandes carnavales de otros tiempos eran como un vómito colectivo, algo esencialmente sano, algo que los dejaba de nuevo aptos para soportar la vida, para sobrellevar la existencia, y hasta he llegado a pensar que si Dios existe, está enmascarado.
..... Sí, escribo esto sobre todo para los adolescentes y jóvenes, pero también para los que, como yo, se acercan a la muerte, y se preguntan para qué y por qué hemos vivido y aguantado, soñado, escrito, pintado o, simplemente, esterillado sillas. De este modo, entre negativas a escribir estas páginas finales, lo estoy haciendo cuando mi yo más profundo, el más misterioso e irracional, me inclina a hacerlo. Quizás ayude a encontrar un sentido de trascendencia en este mundo plagado de horrores, de traiciones, de envidias; desamparos, torturas y genocidios. Pero también de pájaros que levantan mi ánimo cuando oigo sus cantos, al amanecer; o cuando mi vieja gatita viene a recostarse sobre mis rodillas; o cuando veo el color de las flores, a veces tan minúsculas que hay que observarlas desde muy cerca.
..... Modestísimos mensajes que la Divinidad nos da de su existencia. Y no sólo a través de las inocentes criaturas de la naturaleza sino, también, encarnada en esos héroes anónimos como aquel pobre hombre que, en el incendio de una villa miseria, tres veces entró a una casilla de chapas donde habían quedado encerrado unos chiquitos -que los padres habían dejado para ir a su trabajo- hasta morir en el último intento. Mostrándonos que no todo es miserable, sórdido y sucio en esta vida, y que ese pobre ser anónimo, al igual que esas florcitas, es una prueba del Absoluto.
I
PRIMEROS TIEMPOS Y GRANDES DECISIONES
... Me acabo de levantar, pronto serán las cinco de la madrugada; trato de no hacer ruido, voy a la cocina y me hago una taza de té, mientras intento recordar fragmentos de mis semisueños, esos semisueños que, a estos ochenta y seis años, se me presentan intemporales, mezclados con recuerdos de la infancia. Nunca tuve buena memoria, siempre padecí esa desventaja; pero tal vez sea una forma de recordar únicamente lo que debe ser, quizá lo más grande que nos ha sucedido en la vida, o que tiene algún significado profundo, lo que ha sido decisivo - para bien o para mal - en este complejo, contradictorio e inexplicable viaje hacia la muerte que es la vida de cualquiera. Por eso mi cultura es tan irregular, colmada de enormes agujeros, como constituida por restos de bellísimos templos de los que quedan pedazos entre la basura y las plantas salvajes. Los libros que leí, las teorías que frecuenté, se debieron a mis propios tropiezos con la realidad.
..... Cuando me detienen por la calle, en una plaza o en el tren, para preguntarme qué libros hay que leer les digo siempre: "Lean lo que les apasione, será lo único que los ayudará a soportar la existencia".
..... Por eso descarté el título de Memorias y también el de Memorias de un desmemoriado, porque me pareció casi un juego de palabras, inadecuado para esta especie de testamento, escrito en el período más triste de mi vida. En este tiempo en que me siento un desvalido, al no recordar poemas inmortales sobre el tiempo y la muerte que me consolarían en estos años finales.
..... En el pueblo de campo donde nací, antes de irnos a dormir, existía la costumbre de pedir que nos despertaran diciendo: "Recuérdenme a las seis". Siempre me asombró aquella relación que se hacía entre la memoria y la continuación de la existencia.
..... La memoria fue muy valorada por las grandes culturas, como resistencia ante el devenir del tiempo. No el recuerdo de simples acontecimientos, tampoco esa memoria que sirve para almacenar información en las ahora computadoras: hablo de la necesidad de cuidar y transmitir las primigenias verdades.
..... En las comunidades arcaicas, mientras el padre iba en busca de alimento y las mujeres se dedicaban a la alfarería o al cuidado de los cultivos, los chiquitos, sentados sobre las rodillas de sus abuelos, eran educados en su sabiduría; no en el sentido que le otorga a esta palabra la civilización cientificista, sino aquélla que nos ayuda a vivir y a morir; la sabiduría de esos consejeros, que en general eran analfabetos, pero, como un día me dijo el gran poeta Senghor, en Dakar: "La muerte de uno de esos ancianos es lo que para ustedes sería el incendio de una biblioteca de pensadores y poetas". En aquellas tribus, la vida poseía un valor sagrado y profundo; y sus ritos, no sólo hermosos sino misteriosamente significativos, consagraban los hechos fundamentales de la existencia: el nacimiento, el amor, el dolor y la muerte.
..... En torno a penumbras que avizoro, en medio del abatimiento y la desdicha, como uno de esos ancianos de tribu que, acomodados junto al calor de la brasa, rememoraran sus antiguos mitos y leyendas, me dispongo a contar algunos acontecimientos, entremezclados, difusos, que han sido parte de tensiones profundas y contradictorias, de una vida llena de equivocaciones, desprolija, caótica, en una desesperada búsqueda de la verdad.
( …)
.....

jueves, 16 de septiembre de 2010

Palabra De Chenalho, Chiapas.‏

Parroquia de San Pedro Apóstol Mártir
Chenalhó, Chiapas, México.
11 de Septiembre del 2010


A la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas
A las Iglesias del Mundo
A la Prensa Nacional e Internacional
A los Defensores de Derechos Humanos Nacional e Internacional
A la opinión Pública.

Hermanos y hermanas:

“Los cristianos siempre hemos de estar a favor de la VERDAD Y LA JUSTICIA”.
Palabras de nuestros Obispos de México en la carta pastoral: “Conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra patria”.

Estamos en plenos días del Bicentenario de la Independencia de México y centenario de la revolución, las autoridades y los medios de comunicación no se cansan de repetirlo. Según hemos escuchado el gobierno está gastando mucho dinero en las fiestas para celebrarlo. Pero, ¿Qué es lo que celebran? ¿El fin de la esclavitud como lo buscaba el Sacerdote Miguel Hidalgo? ¿La libertad del pueblo de México como la que defendía José María Morelos? ¿Que los campesinos tengan Tierra y Libertad como deseaba Zapata? ¿El pueblo mexicano es independiente o seguimos siendo dependientes de las empresas trasnacionales? ¿Nosotros los indígenas, somos libres de verdad?.

Como pueblo indígena de Chenalho seguidores de Cristo Liberador y devotos de la Virgen de Guadalupe “Patrona de nuestra libertad” recordamos todas las luchas y los sufrimientos que hemos tenido como pueblo a lo largo de nuestra historia, específicamente en 1989 luchamos para que salieran exploradores de petróleo enviados por el gobierno, la Iglesia católica organizamos oraciones y peregrinaciones para defender Nuestra Madre Tierra. En 1992 como Iglesia nos organizamos nuevamente para liberar a 5 hermanos nuestros, encarcelados injustamente. En 1997 como Iglesia Católica, en medio de tanta violencia organizamos ayunos y oraciones por la paz y la justicia, como consecuencia, 45 hermanos y hermanas nuestros fueron masacrados por paramilitares, 4 mujeres embarazadas, este hecho no se ha avanzado en la justicia, mas bien, han alimentado la impunidad, vergüenza para nuestras autoridades federal y estatal.

Ahora estamos nuevamente organizándonos para defender Nuestra vida, la Tierra es nuestra identidad, somos de la tierra, de ahí comemos, sin tierra, nosotros los indígenas, no seriamos nada.

En nuestro comunicado pasado del 8 de agosto del presente año, expresamos: “Sabemos que como lo han manifestado diversas organizaciones indígenas y no indígenas, que aquí en Chenalhó quieren construir una ciudad rural como las de Santiago del Pinar y Nuevo Juan de Grijalva”. Reunidos en este día, todos los servidores de esta Iglesia Católica, por la información que tenemos descubrimos la verdad, que “sí” se quiere construir una Ciudad Rural en Chenalhó. Aunque de parte del gobierno lo ha negado.

El gobierno dice que este proyecto es para contrarrestar la pobreza, nosotros decimos que no es verdad, más bien es para empobrecer más al pueblo Indígena, es para controlar, para despojarnos de nuestra cultura, y fortalecer algunas empresas. Nosotros tenemos nuestra forma de vivir, construir nuestra casa, no entendemos ¿por qué? desde afuera deciden: la medida de la casa, enmallar la casa, nosotros no somos pollitos para estar enmallados como en Nuevo Grijalva, ¿por qué? unos cuantos deciden qué sembrar en nuestra tierra, cuando nuestros antepasados nos dejaron la sabiduría milenaria de que el MAIZ es el corazón de nuestra vida.

Nosotros y nosotras, como cristianos, conscientes de nuestra dignidad, y de nuestro compromiso desde el Evangelio de Cristo, volvemos a decir que no queremos que se construya.

En esta contexto que nos encontramos los Indígenas, no tiene sentido celebrar el bicentenario de la independencia y el centenario de la Revolución, pues los humildes y sencillos que lucharon por nuestra patria no son tomadas en cuenta, más bien, manipulados, controlados con proyectos asistenciales. Los obispos en la carta pastoral, expresan: “Hoy, lo que la Iglesia celebra es el don de la libertad; lo agradece y se esfuerza por preservarlo y enriquecerlo. Dentro de esta visión cristiana de la historia, los sufrimientos y dolores, adquieren un significado profundo de lucha interior que ayuda al creyente a reafirmarse en el bien…la fe católica fue un elemento presente y dinamizador en la construcción gradual en nuestra identidad como nación”.

La verdadera celebración seria en darles un lugar digno a los indígenas, en no despojarlo de sus tierras y en hacer cumplir los acuerdos de San Andrés así como lo expresa la declaración de las naciones unidas en el Art. 26: “Los pueblos Indígenas tienen derecho a la tierra, territorio y recursos que tradicionalmente han poseído ocupado o de otra forma utilizado o adquirido”.

Nuestra palabra está fundada en la Biblia y en el Magisterio de la Iglesia.

Como Iglesia, parte de nuestra misión es escuchar el dolor y sufrimiento del pueblo, pues Dios mismo dice: he visto la humillación de mi pueblo en Egipto y he escuchado sus gritos cuando lo maltratan sus mayordomos, yo conozco sus sufrimientos, he bajado para liberarlo del poder de los egipcios. (Éxodo 3, 7-8) Nuestra historia, ha sido una historia de compromiso por el Evangelio de Cristo. “El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para traer Buenas Nuevas a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver. A despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia del Señor…Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar” (Lc. 4, 18-19. 21).

Los Obispos afirmaron en Aparecida: “La Iglesia acompaña a los indígena en las luchas por sus legítimos derechos”. (DA 89)

También en nuestra asamblea Diocesana de este año, uno de los acuerdos es: Detener los daños que nosotros mismos le causamos a la Madre Tierra y organizarnos para concientizar sobre el avance de proyectos de muerte, como minas, presas, ciudades rurales, etc.

Estamos conscientes de que al trabajar por la verdad y la justicia, corremos el riesgo de ser hostigados y perseguidos, pero Jesús nos dice: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo.” (Mt 28,20) “Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así trataron a los profetas que hubo antes que ustedes.” (Mt. 5, 11- 12)


Atentamente


La voz de los servidores de La Parroquia de San Pedro Apóstol Mártir

Y

Consejo Parroquial, Zonas, coordinadores y agentes de Pastoral

jueves, 17 de junio de 2010

NATURALEZA AQUÍ

Por Jorge Diosdado Taramona Muslera
Bip… bip… (Silencios agudos). Bip… bip... Y tanta gente alrededor, ya imposible de contarla. Cada cual en su mundo…
Frente a mí, el gran aparato mecánico colorido y brillante. Su piloto una mujer, eficiente y enchaquetada del oficio. No aguarda un segundo para tomar otro producto más en sus manos y repetir el contante “bip… bip…” que resuena único y a la vez en coro, junto a tantos otros que en simultaneo intervienen y se suman a las coplas monótonas del local. Yo, parado frente a ella miro su ejercicio, su destreza, su armonía. Desde aquí abajo y con curiosidad puedo entremeter mis ojos (de vez en cuando) en sus miradas por más pequeño que sea el tiempo que ella me dedica; simpática. Y es aquí, ahora puedo recordar. A pesar de todo este ambiente totalmente sintético, manufacturado y preparado por el hombre. Aquí logro recordar.
Borrosos flashbacks interceptan mi mente, mas sigo perdido en el movimiento de las manos de ella, que uno tras otro hace sonar a la maquina tiketeadora con los paquetes. Me pierdo. No sé si esto fue un segundo o una eternidad, pero aquí estoy: Sintiendo la brisa matinal desde el claro del jardín que apunta justo a la calle Tomas Guido. El arenero se ve humectado por el rocío y se pueden advertir las gotitas sobre los pastos, que alegres y desprolijos, costean mi palco de diversiones. Así también los tubos de las hamacas se muestran barnizados por esa capa suave y fría que me encanta abrazar. Enseguida y sin prudencia mojo mis manos deslizándome sobre ellos. Tomándolos. Y ese rocío, que durante toda la noche procuro con pinceladas minuciosas formar una espesa capa sobre todo el lugar, ahora despierta mis manos con su frescura. Me adelanto y puedo sentir como es pesado caminar aquí, la arena también se humedeció, hermosa. Dos pasos más y sin mirar, ya me siento sobre una hamaca y comienza el balanceo. Respirar (profundo). Y no hace falta abrir los ojos aun, porque el aire colma tan dentro que pinta perfectamente cada recorte del paisaje que me rodea: los pinos que cuidan mis espaldas altos y sabios, la casa a mi derecha y cada una de las rebuscadas hojas de la enredadera que devoran la pared exterior de la cocina, los jazmines (su perfume) que con su terciopelo blanco me endulzan esta profunda inhalación, el quincho a lo lejos un poco antes de llegar a la entrada de la quinta que a su vez tapa (como escondiendo) al palo borracho, que asimismo puedo ver porque siento todo transparente. Abro mis ojos, y el verde radiante inunda todo, profunda sudestada de la que no puedo reparar y de la que nacen, con más forma y en ese mismo lugar que fueron respiradas, todas aquellas notas naturales que acabo de contemplar sin ver. Ahora tengo velocidad, y desde lo alto en este vaivén, puedo sentir no solo la brisa que me saluda junto al cálido sol sino también como todo este mundo esmeraldino se agranda y se achica… se aleja y se acerca. De pronto, volar. Y el aterrizaje es perfecto. Hago raíces en la arena. No es preocupante que se quede adherida a mí, porque sé que Febo la secara y se desprenderá por sí sola. Mejor aún, me revuelco, disfrutando cada roce…
Las manos de mamá disuelven la hipnosis bipiana. Tengo que volver aquí, al fin y al cabo son solo recuerdos. Ubicarme, estoy en un supermercado ¿Qué me estará pasando? Nostalgia, eso diría mamá. Hoy nos vamos a Uruguay, y todo esto que durante mis primeros seis años he vivido presiento, ahora si serán Recuerdos. Muy lindos, me los llevo muy aquí dentro. No olvidare jamás la curiosa forma en la que se amontonaban apretadas las pajas del quincho, haciendo de él un gran hongo marrón. Los hormigueros contra el tejido y tantas rochas en mis tobillos por en su momento no recordar el preciso lugar donde estaban aquellas montañas de tierra repletas de movedizas pecas coloradas. La garganta grabe de las palomas que descansaban sobre los pinos, que parecían búhos pero no lo eran. La ventana del primer piso que mira al este, con toda su rustica presentación, en la que me quedaba horas perdidas contemplando al sol jugar con el polvillo; parecían un sinfín de estrellas proyectadas frente a mí, completamente tangibles y volátiles. Todo aquello. Hoy nos vamos. Hoy llegamos. Hoy, ya hacen tres meses que estoy acá…
Si bien en el camino pude percibir como el Rio de la Plata era más grande de lo que yo pensaba, ahora vengo a enterarme que existía mucha más arena fuera de toda la que era Mi Arenero. Era bastante, convengamos que eso iba a ser, antes de estar repleto de oro molido, una pileta. No era un desierto como en las películas, pero si un gran palco. Ahora bien, la Costa de Oro deslumbro mis expectativas del cambio. Uruguay ya entraba en mis venas desde mamá, pero ahora puedo sentirlo con su aire, su sol y su inmenso mar. Yo debía recuperarme según el doctor. Hacía unos meses que en la quinta de Pilar, un error de equilibrio me llevo a fracturarme la pierna, y el consejo (la receta) seguía siendo arena. Y aquí estoy, las lluvias serán más fuertes esta vez, mis padres tuvieron la esplendida idea de acampar en el frente del terreno, mientras se construye la casa. Una gran lona verde sostenida por una cuerda de pino a pino, arma a dos aguas una monumental carpa. A mama le gusta esto, ella es del campo. A papa creo que no tanto, el lo llama “el impuesto a la tranquilidad…”. Pasan los días en este nuevo ambiente y todo esto es atrapante, las nuevas plantas, los pinos, las liebres que corren de punta a punta al caer el sol, las víboras de las que tanto cuidado me piden que tenga. Dicen que por la tarde salen y que es peligroso, mas intuyo que no es solo por eso que no se me permite alejarme mucho. Repito acá todo es arena, y pinos. Por algo el balneario se llama: El Pinar. Pronto conoceré amigos…
Mis pies sienten el ardor tajante de haber caminado descalzo sobre los médanos a pleno medio día. Pero no importa, un fuerte zigzag deja que me hunda y sienta como debajo es más fresca la arena, húmeda. Desde aquí contemplo. Es un éxtasis el infinito del horizonte que taja entre el cielo y el mar. La amplitud visual curva la gran franja de médanos hacia el mar, cuanto más hacia mis costados (desenfocando) pretendo ver. Sopla el viento y las olas llegan a mis labios. La ruta a mis espaldas, por corto que sea el camino, poco se escucha. El sol insiste en pintarme color cobre. Las acacias sobre los desniveles de estas montañas de arena juguetean con sus hojas flameándolas, avisando a la vez, que tan fuerte están las rompientes. Miro hacia abajo y este oro hecho azúcar impalpable comienza a endurecerse hasta llegar al mar. Voy a bajar. Y no será lo mismo que desde las ramas. Aquí no hay mucho para trepar, después de las dunas solo quedan los pinos que se dejan escalar amables, donando sus frutos (las piñas). Pero este será un descenso distinto. La carrera tendrá como meta romper como una ola más dentro del inmenso mar. Desbocado me abalanzo, voy sintiendo como se afirma cada vez más la pista y los últimos talonazos rebotan haciendo estallar la orilla, naciendo así mucha espuma con gotas que sobrepasan mi altura y comienzan a empaparme. Estoy adentro, todo él y todo yo. Abarcándome, me hace flotar, me empuja y sazona mi piel con su sal. Intento domarlo pero él me doma. Ahora recuerdo este abrazo, frio y salado, distinto sí; en otras costas, en mi Argentina. Pero este ardor en los ojos es más fuerte, ahora si puedo registrarme y curarme en ella. Aprender de ella. A partir de ahora el mar será más que un destino, será un amigo, que visitare a menudo ya que, después de cruzar la ruta, simplemente cuatro cuadras me alejan de él. Se percibe lo infinito estando abajo, y mucho mas el temor de no saber cuántos mas habitan aquí dentro. Temor que varias veces me llevo a la orilla, pero que no duro tanto como para no volverme a meter…
Cuatro años, y el tiempo sin parar hace de este balneario mi comarca preferida. Entonces ese aire extraño vuelve a pasar. Recogiendo la pinocha para hacer fuego pienso en mañana. El Pinar se muestra cambiando, antes éramos pocos (2, 3 vecinos…), ahora cada vez hay más gente extraña. Ahora ya casi no se entiende el ladrar de los perros. Se escucha mucho ruido a motocierras y quebraduras en caída. La arena del lugar, que está en todos lados pues no hay asfaltos ni veredas, se ve más sucia. He aprendido mucho aquí, desde como las gaviotas anticipan los cardúmenes en las costas o bien juguetean en primavera con los pichones de los Teros, hasta como la sabia de los pinos no solo es un rabioso pegamento sino un adecuado combustible para el fuego dominical. El aire me habla de un volver, de devuelta el cambio. Irreversible. Nos volvemos a Buenos Aires…
Una sodería abandonada, en pleno centro Pilarense será nuestra primer posta. Aparentemente existe un gran proyecto de por medio. Pero lo único que puedo entender desde mí, es que el mar ahora es una piscina, y que está justo al lado de este inmenso galpón refrescando a cuantos socios puede. El verano que aparentemente es permanente no se va mas y los parlantes desaforados logran que las tardes sean un gran retumbar aquí dentro, haciendo vibras hasta los rincones más perdidos de este inmenso tinglado, allí donde los sifones aun conservan algo de gas. Pero esa fue nuestra primera posta, ahora (si bien han pasado algunos meses en esta ciudad sin arena) el verde vuelve aparecer. La calle Los Lirios nos recibe esplendida. Llena de pozos y conformada de una extraña fusión entre tosca y barros, exquisitamente adornada de escombros. Aquí los arboles son distintos, ya no son como aquellos pinos flacos y altos. Todo lo contrario, aquí son robustos y más altos. Sus pieles son más finas; la corteza de los pinos servía hasta de plato, aquí quizás sirvan éstas casi de servilleta. Qué decir del pasto, lo extrañaba. La tierra debajo de él siempre está algo húmeda y eso es muy emocionante. El nuevo panorama habla de caminos de asfaltos viejos, un barrio a las afueras de Pilar, un arrollo al fondo, cercos y alambrados, casa y mas casas. El transporte ya no será la bicicleta sino mas bien los ómnibus ¡Perdón! Colectivos, es que así los llaman en Uruguay…. Aquí se puede entender como el invierno existe efectivamente después de que el otoño desnuda el prado. El frio ya no trae noticias del mar. Ahora habla de lo lejano, de cómo las hierbas del fondo quizás se están secando y que tan llenos están los charcos desbordados por las lluvias. La lluvia: curiosa amiga que vengo a descubrir en mis mudados casi trece años. Gracias a ella se forma el barro y esa excitante sensación de estar embadurnado. En las manos esa frescura distinta y texturada, en los pies su atrevido hurgar entre los dedos. Pronto estaremos en otra casa, pero Pilar se mostrara idéntico.
Casi finalmente: La ciudad de la Flor. Y sigue pasando el tiempo. No solo para mí sino también para la cantidad de arrugas en las frentes de mis viejos, que como en los roletes cortados de los pinos, marcan que tantos años van pasando. Ahora estoy cerca del río. Ahora me encanta ir a pescar. Estas quietas aguas digamos que traen ese toque mágico que no se puede explicar con pocas palabras ni con muchas. El ver llorar las hojas de los arboles en las veras. Esa paz. La quietud que invade al iris sin pedir permiso. Los rastros de movimiento en el agua que son denunciados por las aureolas que se agrandan y se agrandan fusionándose y volviéndose a aquietar. Quemar luz haciendo fuego aquí, baña de dorados platinados a las aguas por las noches. Y las estrellas toman un papel importante al unificar el cielo con la tierra. El oscuro manchón que delinea a los arboles, se muestra más oscuro aun, diferenciándose. Son todos destellos de claridad, zumbidos y chillidos. Los reptiles se hacen escuchar, los insectos decoran todo el contexto con un moderato constante. Nace el sonido. Aquí puedo logro encontrar una naturaleza dentro de mi naturaleza. El gemir de la guitarra se apodera de mi atención acordando mis cuerdas vocales; imposible hacer silencio a partir de ahora. Los marfiles, puntuales en sus notas, ya me habían enseñado (tiempo atrás) a tener en mis manos la música. Pero el eco en la capilla, hoy deja que me escuche distinto. Ahora el vibrar intermitente me compone a componer. Así descubrí la como después del ocaso, aparece la noche, pesada y azul, esta vez sin los aplausos arrulladores del ponto. Cantando. El son del río me muestra su folclore y las musas ancestrales me revelan otras cualidades. El Perú se amalgama al Brasil, bajando así en sudores exprimidos (como a limones frescos) una espesa arcilla que llega hasta las costas de Montevideo (el borocotó), y desde allí, hirviendo en una gran caldera, se inclina a Buenos Aires abrazándome por completo todo el corazón. Y yo, bebiendo esta gran mezcla pura. Diecisiete años. Y el amor, natural por naturaleza, aparece. Y ver que es naturaleza frente a mi ella, demuestra que es naturaleza lo que doy y recibo. Lo que seguirá siendo. El contacto, la química. La fusión de tantos recuerdos avocados aquí y canalizados en un solo sentido. Ver, me deja abrir, como parte de una experiencia más que anhelo vivir constante. El entrar en un mundo distinto. Distintos tantos cambios que siguen mutándome ahora… Y en este preciso lugar se desprende, como una pinocha cayendo desde la rama más alta, feliz de querer impactar en la arena:
Tan Natural

Voy por ir, pasa otro día de sol en tu pieza
Te busque, y solo revolví mi cabeza
Tu cruz, ¡viene a clavarse en mi corazón!
Espero que el armario guarde, nuestro calor

Desperté, y sin mirar el cielo…no veía
Del volar: tanto de vos… tanto brilla
Y tu cruz, ¡una vez más en mi corazón!
Espero, el armario guarde tu color…

Saber, que tu mirada dice
… no me mientas
Saber, que tu mirada…pide!

Mirar como si no pueda ver
Por debajo de la piel natural
Mirar… como si no puedo ver
Por debajo de tu piel… Tan natural

De repente…
Todo es magia alrededor
Y nada existe…


Una canción, muchas. Todo se amplifica. Cada vivencia adquirida, cada beso del sol, cada palpar de la arena, cada brisa, cada lluvia sobre mi pelo, cada frio de Agosto. El verano cargado en mochilas, se deja descubrir esta vez con mayor particularidad, afianzando raíces y mostrándome cielos abiertos, repletos de momentos, colores y aromas. Todo el mar, la tierra, el aire, el fuego; se fusionan aquí, y me permiten nacer de nuevo. Constantemente…
Hoy contemplar, desde lo alto de los cementos oxidados que rodean a este pueblo, a las pocas copas verdes (algo amarillentas por el otoño) que resaltan gritando “presente”, a la atrevida particularidad con las que se apilan casas y carteles, al rugir de los motores que hace callar al viento y tapa a los pajaritos. Vuelve a calar todo esto con ese dejo de nostalgia, del balancear pintado de esmeralda, del eterno mar y su horizonte. Con ella, la naturaleza. Así gravita un sinfín de sensaciones que día a día se van enriqueciendo sin preocuparme por ello, tan solo viviendo. Mas cuando la extraño, me vuelvo a conocerla, a encontrar esa sorpresa que seguro tendrá, siempre dispuesta y nueva. Esta aquí, en todos lados. Yo, simplemente un acaparador de un trocito de tanto. Es imposible obviarla. Así: la busco. Sentado aquí (entre tanta gente, toda alrededor, ya imposible de contarla) vuelvo a mirar en las vías del tren, a aquella indiferente manera en la que la tierra y las piedras (camufladas por la mugre) se muestran presentes y disimulan; a como a la luz del sol atraviesa con su soberbia los acrílicos de las ventanas y se vislumbra en sombras y teñidos de oros en ámbar, por sobre todos los que estamos en el vagón. Y así vuelvo a ver ese polvillo que se muestra eterno. Y así las galaxias sin fin se cuelan por las rendijas de los ventiluz absorbidas por el movimiento del tren que impulsa a algunas hacia fuera, y a otras hacia dentro. Frente a mí el gran espectáculo, pequeño y gigante, tan natural.

JDTM